lunes, 19 de febrero de 2018

¿ Iguales a qué, iguales a quienes ?



Seleccionado de Saber y género. Florence Thomas: Profesora Titular (P) de la            Universidad Nacional de Colombia. Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad

Queremos ser iguales. Bien. Y ahí está al problema. ¿Queremos ser iguales a los hombres?  ¿Es esto lo que queremos? ¿Por qué? Y como lo dice Victoria Sendón, una feminista española, “¿no sería muy triste convertirse en una mala copia de un patético modelo?”. Dígame ¿por qué negar nuestras especificidades históricas? ¿Por qué negar nuestra manera de habitar el mundo? ¿Por qué negar nuestros 5000 años de resistencias? ¿por qué no creer en el hecho de que nuestra historia, nuestra particular historia de esclavitud, de subordinación, de discriminación, de silencios, de resistencias, nos permite hoy interpretar el mundo de otra manera? por qué no creer que nuestros 5000 años de esclavitud no nos otorga hoy día autoridad, como  decía el filósofo francés Cioran. ¿Por qué negar la mixticidad del mundo, la posibilidad de miradas distintas, de lenguajes distintos, de maneras distintas de actuar sobre el mundo?; ¿por qué no creer en otras maneras de hacer política, de hacer ciencia sin negar la diferencia sexual, la única diferencia fundante de lo humano.
Y espero que me entienden: en ningún momento me estoy refiriendo a aspectos esencialistas. No somos distintas por esencia. No. Es una historia, una larga historia que no podemos negar. Es un lugar que nos otorgó la cultura, la historia, un lugar específico, una relación específica con la vida, con el cuidado de la vida, del recién nacido, de la infancia, del     anciano o la anciana, del enfermo o la enferma; una relación particular también con el    cuidado de los objetos, el cuidado permanente de problemas menores, de frío y calor, de hambre, de sabores; desde  milenios hemos estado al frente de un especie de estética de lo cotidiano. Y creo sinceramente que estas prácticas sociales construidas durante siglos     producen, a largo plazo, percepciones y preferencias particulares, es decir una cultura, una relación al tiempo, al espacio, al otro; una cultura que tendería en privilegiar por ejemplo un rechazo a la violencia, una distancia con los logros individuales, una ética del cuidado o sea, otra manera de interpretar el mundo y de  actuar sobre él. Y ¿por qué razón desecharíamos esta posibilidad? ¿Para parecernos lo más posible a los hombres? A mí, personalmente, no me interesa esto.
No quiero parecerme a ellos porque no puedo. Sería negar mi historia, mi memoria, mi imaginario, mi cuerpo, mi sentir. Sería exiliarme en una patria que no es mía.
No neguemos las potencialidades de la diferencia sexual. Queremos, eso sí,  tener las mismas oportunidades que los hombres frente a todo los espacios de la vida. Pero no queremos ser iguales desapareciendo o uniformándonos en hombres. La anulación de las diferencias nos está llevando al modelo único, y esto en política ha resultado dramático para la humanidad. Es la historia de los fascismos. Queremos seguir luchando por la igualdad política y por la diferencia existencial y epistemológica con los hombres. Igualdad y diferencia no son conceptos antitéticos.  Nuestro propósito es construirnos equivalentes políticamente y diferentes  existencial y epistemológicamente.
Porque por mujer, entendemos, “ese sujeto para quien el hecho de ser mujer no yace en la indiferencia; ese sujeto que piensa en su pertenencia a un sexo como algo significativo y determinante para actuar y conocer el mundo”.
Alexandra Bocchetti en su libro “Lo que quiere una mujer”.

 Dra. Gloria Teresita Rebustillo, Responsable Área de Género








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